El mapa eclesiástico y de las diócesis de España

Durante sus primeros siglos de historia, la rápida expansión del cristianismo obligó a las autoridades religiosas a crear una división administrativa con la que gestionar los territorios por los que se expandía la fe. Primero como complemento a las instituciones del Imperio romano, y más tarde como ente de poder autónomo, la organización eclesiástica de la religión cristiana ha vivido siglos de evolución hasta convertirse en un complejo entramado que hoy en día sigue delimitando, sobre el mapa, el funcionamiento y el gobierno de la religión más practicada del mundo.

En el caso concreto de la iglesia católica, la organización eclesiástica cuenta con tres niveles principales que actúan bajo la autoridad episcopal del papa: las provincias eclesiásticas, las diócesis y las parroquias, cada una de ellas configurada como una subdivisión más pequeña de la anterior. De la misma forma, el gobierno de estas circunscripciones responde a un esquema jerárquico en el que el arzobispo metropolitano dirige las provincias eclesiásticas, los obispos son los responsables de las diócesis y los curas de las parroquias.

En base a esto, el mapa eclesiástico de España se divide en 14 provincias eclesiásticas y 69 diócesis o archidiócesis territoriales, siendo estas últimas circunscripciones con un rango superior que actúan como cabeza del resto de territorios en las provincias religiosas. Además, existe una archidiócesis castrense dedicada al mundo militar, pero sin adscripción territorial.

Las primeras diócesis religiosas aparecieron allá por el siglo IV, cuando el cristianismo tomó estatus legal dentro del Imperio romano y se comenzaron a replicar las diócesis civiles. Con la descomposición del Imperio de Occidente, la iglesia asumió gran parte de la administración civil y seguiría aumentando su poder durante la Edad Media.

El cristianismo en el mundo

En el caso de España, la primera gran etapa administrativa de la época moderna se dio entre el siglo XVI y el XIX. Una organización religiosa heredada de la etapa medieval en la que existían archidiócesis muy extensas como la de Toledo o Santiago de Compostela sin demasiada relación con la división política de aquel momento, y donde además se incluían todos los territorios coloniales y de ultramar.

Esta diferencia entre la organización civil y la religiosa se hizo aún más patente con la reforma territorial promovida por el reformista Javier de Burgos en 1833, que instauró el sistema de provincias que se mantiene hoy en día con alguna ligera modificación. Ante esto, el Concordato de 1851 entre España y la Santa Sede, que restituía la confesionalidad del Estado, también impulsó una reorganización eclesiástica que modificó el mapa religioso para hacerlo algo más acorde con el mapa político español.

En este tiempo se crearon nuevas diócesis y se limitó el tamaño de algunos arzobispados mayores, pero siguieron existiendo diferencias con la administración civil hasta el nuevo Concordato de 1953, que entre otras cosas supuso la oficialización de la connivencia de la Iglesia católica con la dictadura franquista. Para la adecuación definitiva de las organización religiosa y la civil, el nuevo tratado estableció que «para evitar, en la medida de lo posible, que las diócesis abarquen territorios pertenecientes a provincias civiles diferentes, las altas partes contratantes procederán, de común conocimiento, a una revisión de los distritos diocesanos», donde además se eliminaban la mayoría de enclaves.

¿Qué es el cristianismo?

Desde entonces, se han seguido registrando cambios como la creación en 1994, a través de una bula papal de Juan Pablo II, de la provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz, donde se incluyen las tres diócesis extremeñas.